lunes, 13 de abril de 2015

Quién debe mandar en la Semana Santa

«En la Semana Santa tiene que mandar Dios. Porque si Dios está, tendrá arreglo, si no esto es un desfile de figurantes con unas imaginerías de mejor o peor calidad». Así de contundente se muestra el abogado Joaquín Moeckel, en relación a la situación que se está viviendo con la Semana Santa y lo que debe tenerse en cuenta en el debate que se ha abierto tras lo ocurrido este año. ABC ha consultado a varios cofrades de peso de la ciudad y todos han coincidido en un aspecto: la Semana Santa ha tocado fondo, está viviendo un periodo de degradación cualitativay hace falta una transformación radical sin perder su idiosincrasia. En base a estas premisas, cofrades de la talla de Joaquín Delgado Roig, Joaquín Moeckel, Francisco Vélez, Alejandro Alvarado y José de Anca, analizan las causas que han llevado a que la fiesta por antonomasia de Sevilla haya roto sus costuras, así como las consecuencias y hojas de ruta a seguir para darle solución a los problemas.

Causas

Delgado Roig considera que lo ocurrido en la Madrugada se debe a que «se ha relajado la vigilancia» y que «el incivismo del público ha ido en aumento hasta tal punto que ver las cofradías es insorportable, hemos tocado fondo». Considera, al igual que Javier Criado, que las cofradías «hemos dado carnaza a una masa ignorante y también el hecho de sacar 3.000 nazarenos es demasiado y aburre». Moeckel da un paso más allá y opina que la Semana Santa se ha convertido en un «parque temático de figurantes, donde se compite por a ver quién tiene más oro y más nazarenos y quién tiene más bemoles para no ceder». El que fuera hermano mayor del Baratillo ahonda en las causas y ofrece más ejemplos: «Algunas juntas de gobierno se han convertido en negocios de balcones e invitan al ministro de Justicia al balcón de la salida como aprovechamiento personal. También hay que hablar de un concepto: ‘en cirio eres y en cirio te convertirás’, es decir, ya está bien de esos oficiales que van buscando cargos por el síndrome del móvil apagado, que nadie les llama y se les acaba la vida. En definitiva, entre todos hemos convertido a las cofradías en un trampolín de lanzamiento».
Algo en lo que coinciden todos, también es el hecho de que muchos nazarenos no tienen laformación mínima y faltan al respeto a su hermandad con actos indecorosos. Esto, según indican, también va ligado a que las propias cofradías, en algunos casos, no respetan a su propio cuerpo de nazarenos y les obligan a soportar entradas tardías, parones y cortes, por no decir que también los arrollan. Entran en juego, de esta forma, principios como la formación y la autorregulación en las hermandades.

«Un noviciado»

Ya lo apuntaba el hermano mayor del Silencio en una entrevista. Parte del secreto de la disciplina de su cofradía está en la formación que exigen a los nuevos hermanos, mediante las sesiones informativas a los que los convocan durante todo un año. Esta medida, implantada por el propio Joaquín Delgado Roig, la acoge el delegado diocesano de Hermandades y Cofradías, Marcelino Manzano: «¿Por qué no pensar en hacer una especie de noviciado antes de ingresar? Lo veo muy interesante, que la gente sepa a qué se compromete, establecer una serie de criterios para admitir a un hermano. A lo mejor no basta la firma o la partida de bautismo».

Autorregulación

Según Moeckel, «a mí no me hicieron ninguna prueba de acceso pero sí que hay que hacer una cosa: prohibir realizar la estación de penitencia al menos dos o tres años. Así se evita que la gente se disfrace de nazareno o que se hagan hermanos sólo para sacar los pasos». En este sentido, señala que «prefiero la calidad a la cantidad. Hay cofradías como la Macarena que en Campana iban 3.000 y al salir de la Catedral van 500. ¿Eso cómo puede ser?».
Delgado Roig, por su parte, defiende que «para que vuelva a recuperarse el sentido espiritual y religioso, y también en los estético, es necesario aplicar numeros clausus. El Silencio con 1.200 nazarenos empieza a ser incluso temeroso en la propia organización dentro de la iglesia. Por no hablar de las que sacan 2.000 o 3.000».
En esta línea está el hermano mayor del Calvario, quien cree que «la formación es la que debe regular internamente esta desproporción que hay. Si una hermandad tiene 3.000 nazarenos, debe autorregularse en base a un tiempo establecido».
En cuanto al excesivo protagonismo de cuestiones secundarias como la música o el andar de los pasos, Moeckel habla ya del «deporte sacro» y Delgado Roig señala que «la forma de andar de los pasos es parte de la carnaza. Un paso no puede tardar en una vuelta cuatro marchas e ir sobre los pies todo el tiempo».

El papel de las instituciones

Esta semana, tras los sucesos de la Madrugada, el Ayuntamiento ha reunido a los hermanos mayores para explicarles lo ocurrido y para pedirles poder ser partícipes en la mesa en la que se plantee la reorganización de la Semana Santa. Esto ha abierto el debate sobre la idoneidad de que las administraciones se involucren o no en estas cuestiones, que siempre han sido competencia del Consejo de Cofradías, el cual ni siquiera fue invitado a la reunión -a excepción del delegado de la jornada-, por lo cual se siente ninguneado.
El senado cofradiero coincide en que la prioridad es el «autogobierno» de las cofradías, con un Consejo fuerte, apoyado por el Arzobispado, que debe tener una mayor implicación. En cuanto al Ayuntamiento -junto con la Subdelegación del Gobierno-, afirma que no debe ser un convidado de piedra pero que su función debe limitarse a la seguridad y no a indicar por dónde deben ir las cofradías. Esto último también lo refrenda el delegado del Domingo de Ramos, Francisco Vélez.
Sobre el papel del Consejo, del que todos creen que está «muy debilitado», al igual que indicaba Alberto Ybarra, el senado cofradiero apoya que se celebren elecciones. Alejandro Alvarado afirma que «el Consejo ha vivido varias circunstancias a lo largo de estos años en las que ha podido dar un golpe sobre la mesa y no lo ha hecho. Si no lo haces con un pequeño rifirrafe entre dos hermandades, no puedes pretender hacerlo con la organización de una jornada. Debe haber un Consejo fuerte, que medie entre las cofradías». En este sentido, el hermano mayor del Cerro, José de Anca, comenta que «este órgano debe plantearse si ha llegado el momento de que hayauna renovación. La falta de liderazgo en las hermandades también está provocada porque los hermanos mayores no son libres a la hora de tomar decisiones. Necesitarían estar respaldados por organismos superiores».
Por otra parte, hay quien opina que debe ser mero mediador y, por contra, quien le pide que tenga la máxima autoridad para gobernar. Tanto Alvarado como De Anca prefieren la primera opción. Este último indica que «el Consejo sólo debe representar el sentir popular. No debe ser un órgano que se dedique a proponer, organizar o articular. Lo único que tiene que hacer es recoger el sentir de los hermanos mayores y ponerlo de manifiesto en las instancias oportunas». Por el contrario, Joaquín Moeckel opina que «no debe ser un mero coordinador, tiene que gobernar. El delegado de día no puede ser un señor que asiste a todas las comidas, funciones principales y que toma los horarios. Lo que está ocurriendo en el Consejo es fiel reflejo de la sociedad. Instituciones sin ningún peso específico. El mandatario debe tener capacidad suficiente, no se puede quedar bien con todo el mundo».

El Arzobispado

En el caso de la autoridad eclesiástica, también hay divergencias sobre si tiene que tener mayor o menor participación. Delgado Roig piensa que «tiene que mojarse» y plantea «sanciones auténticas» recordando las cofradías suspendidas e intervenidas en tiempos antiguos. En esta línea, Joaquín Moeckel, también considera que «tiene que haber un arzobispado con mayor implicación y orden. A las cofradías hay que ponerlas firmes, ya que viven bajo sus órdenes».
En un escalón inferior, Alejandro Alvarado opina que «debe estar siempre porque es una fiesta religiosa, con ojo avizor. Debe llamar la atención pero no con carácter intervencionista ni sancionador, sí como mediador». José de Anca, además, considera que la autoridad eclesiástica debe respaldar a las hermandades «como en la época de Antonio Domínguez Valverde». Sin embargo, expone que «esa mayor implicación sólo debe llevarse a cabo en los casos en los que sea inviable tomar decisiones, es decir, como en la Madrugada de este año».
Así, los hermanos mayores consultados destacan la figura de Marcelino Manzano, el nuevo delegado, como el hombre que debe liderar esta causa, por su talante y conocimiento de las hermandades. Precisamente, Manzano responde a la pregunta sobre quién debe mandar en la Semana Santa: «Hay problemas de orden público para lo que contamos con las administraciones, pero la Semana Santa es una cuestión religiosa y quien tiene que organizarla es el Consejo en coordinación con el Ayuntamiento. Ese es el modelo que tenemos ahora y, junto con el Cecop, lo que se debe es potenciar esa negociación. Yo no soy técnico, aunque sí opino que la Semana Santa es responsabilidad del vicario, que delega en el Consejo para la organización, un modelo que sigue siendo válido. La calle no es de las cofradías, sino de los ciudadanos, pero quienes son las protagonistas son las hermandades, que son las que deben tomar la iniciativa».
El delegado habla de «pérdida de sensibilidad religiosa» en esta fiesta: «Éste es el reto, recuperar esa sensibilidad, porque el público no va a ver la Cabalgata de Reyes o un desfile, cualitativamente esto es otra cosa. Y es un trabajo que nos corresponde a todos: los padres, los sacerdotes, las hermandades… Es una cuestión educacional».

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